Corría el año 1947 cuando ingresé como cantor en una sociedad coral perteneciente a los Coros de Clavé, aquellas entidades catalanas que los Sábados de Gloria inundaban las calles de Barcelona con sus cánticos de caramelles celebrando la resurrección de Jesucristo.
Entretodos
El local social donde ensayábamos las sardanas que después desgranábamos por nuestros barrios era un bar principalmente concurrido por personajes de la farándula que ejercían su trabajo en las varietés que algunos cines ofrecían después de la proyección de dos películas. En ese local conocí los entresijos del espectáculo y supe de eso que ahora llamamos acoso y del que culpan a Plácido Domingo.
No puedo saber si ese acoso del que le acusan es verdad o mentira, pero sí sería de agradecer que todos aquellos que con tanto ahínco están dedicándose a buscar los trapos sucios del gran tenor, dedicaran parte de ese esfuerzo a investigar la vida de la persona denunciante y sobre todo si ha cobrado alguna cantidad por hacer esa denuncia.
No siempre todo es tan claro como parece.