Estamos como en los felices 20, la década de 1920, cuando la gente vivía alocadamente el momento, sin pensar en el inminente 'crack' de 1929 o la proximidad de la Segunda Guerra Mundial. O como la orquesta del Titanic, que seguía tocando despreocupadamente poco minutos antes de impactar con un iceberg, que acabó hundiendo el transatlántico.
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Percibimos que nuestra civilización se acaba tal y como la hemos conocido, pero queremos exprimir intensamente los últimos momentos, como en los felices 20 o en el Titanic. Hemos claudicado, pero tenemos una alternativa: nos queda decrecer, o el colapso está servido. Aún estamos a tiempo. Un cambio radical de estilo de vida es posible. ¿Querremos hacerlo?