Ya puede tildarse, sin ninguna duda, de absolutamente pintoresco el actual panorama político: un president exiliado que está dispuesto a sacrificar su libertad por Catalunya, el dirigente de una formación independentista encarcelado por tiempo -al parecer- indefinido, los partidos izquierdistas -que ellos mismos se autodenominan 'progresistas'- cada uno por su lado, sin ningún tipo de avenencia y la derecha conservadora a favor de España en lucha, que, en parte, ya ha conseguido hacerse con una parte del electorado catalán. Más de lo mismo.
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Lo aberrante sería que el triunfo en las urnas fueras para Carles Puigdemont o Oriol Junqueras, más que nada porque su posibilidad de gobernar sería, lógicamente, imposible. A dónde hemos llegado. O, mejor dicho, ¿a dónde nos han llevado los políticos catalanes?
Si los ojos sirven para ver, es que estamos verdaderamente ciegos, tanto la ciudadanía como el actual electorado. Es preferible la distancia a la cercanía. Pero esto ya parece un juego si sentido. Se está revolviendo todo y no se aclara nada. El proyecto independentista, tal y como se enfoca antes de las elecciones, está consiguiendo evaporar la ilusión de muchos votantes. Solo nos queda la esperanza. Y, como decía el cómico Armando Matías Guiu, la esperanza es el primer paso que conduce al desengaño. ¿Vamos a abrir los ojos, ver lo que ocurre y reaccionar?