En chino, crisis 'weiji' comparte un carácter con oportunidad 'jihui', y la crisis que ha generado este brote vírico debe ser una gran oportunidad para corregir un gran problema. En 70 años, China, con más aciertos que errores, ha vuelto a ser una superpotencia. La crisis actual es fruto de un error.
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La crisis del coronavirus no puede desvincularse de la crisis del SARS del año 2003, ya que ambas comparten no solo su microscópico protagonista, sino las mismas causas e inacciones que las han provocado. Los virus de esta crisis, al igual que los del SARS, saltaron de sus portadores habituales (murciélagos, serpientes o civetas) a los humanos a través del consumo humano.
En China es posible y frecuente encontrar mercados en los que poder comprar todo tipo de criaturas silvestres y domésticas (también perros y gatos) para consumir. Aunque solo una minoría de los chinos los consume - y ruego no caer en prejuicios habituales-, una minoría en un país de 1.300 millones de personas es estadísticamente una buena oportunidad para que nuevos virus salten desde sus huéspedes animales a sus nuevos huéspedes humanos.
Personalmente, tengo dudas sobre la necesidad de las medidas tomadas para un virus que, por el momento, ha matado a menos del 2% de los afectados, al parecer todos ellos de edad avanzada y con unas precondiciones que los hacían igualmente vulnerables a otras enfermedades comunes.
Al año, el tráfico mata a 65.000 chinos y el tabaco, 2.500 al día. Pero en mi opinión, sea o no sea tiempo de hospitales instantáneos o cuarentenas aterradoras, sí es hora de que las administraciones chinas implicadas actúen y pongan fin a los mercados y restaurantes de animales no criados para el consumo humano.
Con educación y la ley, es hora de acabar con el consumo de perros, tiburones o serpientes. La crisis debe dar paso a la oportunidad y el legislador chino no va a tener una mejor oportunidad para acabar con las supersticiones, y de paso, mejorar la salud pública.