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"Puigdemont y Llarena tensan; esperemos que Sánchez y Aragonès ignoren las provocaciones"

Carles Puigdemont en el Encuentro Internacional de Adifolk, en L’Alguer, el 25 de septiembre, tras su detención. / YARA NARDI (REUTERS)

Sin interrupción para poder recuperarnos de la erupción del volcán de La Palma, nos encontramos con la noticia de la detención en la noche del 23 del prófugo Carles Puigdemont, por orden del juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena.

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Ignoro cómo debemos identificar a dicho juez, si como conservador o como progresista, aunque podremos llegar a alguna conclusión si tenemos en cuenta que ha sido en el momento más inoportuno para el Gobierno, en pleno inicio de la negoción de la mesa de diálogo abierta con el Govern de Catalunya y de negociación del techo de gasto y los presupuestos 2022 con ERC, vitales para poder finalizar la legislatura en un momento clave para la recuperación económica.

Algún día los poderes del Estado deberán recuperar el espíritu de la Transición, entendiendo que una cosa es poner palos en la rueda de Gobierno y oposición y otra muy diferente que eso traiga como consecuencia un perjuicio para el país. Pero de momento eso no es así.

También pudiera ocurrir que fuera un ardid, una estratagema del propio Puigdemont que veía como poco a poco su figura se iba diluyendo, con cada vez menos influencia en Catalunya y haya considerado que así recuperaba su protagonismo. Siguiendo el dicho popular; “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Llarena y Puigdemont juntos en una cabriola del destino y el resto, incluidos gobierno de España y de Catalunya, PSOE, Podemos y ERC, de nuevo al borde del abismo. Incluso la fecha elegida, a una semana del 1-O, puede no ser casualidad. Si este aniversario ya se preveía caliente, ahora puede alcanzar la temperatura de la lava que sale del volcán de La Palma.

Cabe esperar y desear que, especialmente PSOE y ERC, Sánchez y Aragonès demuestren su talla de estadistas y su cordura e ignoren las provocaciones de quienes están dispuestos a entorpecer como sea la posibilidad abierta de diálogo. Se lo deben a España y se lo deben a Catalunya.