"La casa es grande y no repara en gastos", oía de mis progenitores en mi infancia cuando se hacía algún gasto familiar voluntario extraordinario o cuando se observaban gestos de prodigalidad en algunos comportamientos.

Podría ser un lema que utilizase el PSOE en su campaña -desconozco si está patentado como el Haz que pase- a tenor de las medidas que está tomando el ejecutivo socialista en los Consejos de Ministros realizados tras anunciarse la convocatoria de elecciones generales.

Los reales decretos tienen la ventaja de ser mucho más ágiles de implementar que todo lo que tenga que pasar antes por el Congreso. Es más cómodo negociar -o hacer apaños- entre bambalinas para validarlos posteriormente que someterse a la tramitación parlamentaria, que puede suponer una demora insufrible para quien le interesa más que las medidas entren en vigor que el hecho de que estén bien confeccionadas.

Comparo el empeño del gobierno cuando la legislatura agoniza con la actitud de los padres que piensan que pueden comprar el afecto de sus hijos con regalos y que, además, creen que estos se conformarán con lo que les den.

Quizá el presidente y el partido que le sustenta obtengan un buen rédito electoral con esta estrategia -de momento las encuestas les favorecen-, pero se observa poca dosificación -se queman demasiados cartuchos precipitadamente-, cuyo efecto pude insensibilizar a la población respecto al coste real, no solo económico ni inmediato, que pueden suponer estas medidas. También pueden alimentar la sospecha sobre lo que realmente se pretende con ellas cuando se defienden con la habitual arrogancia: ¿desconfía de que su acción de gobierno no ha generado suficiente confianza en los electores?

Más o menos influenciado por su coach, el presidente parece creerse investido de una aura (Manual de resistencia) que le inmuniza ante las contrariedades con las que se debe enfrentar. Por ello es difícil predecir qué nos tiene reservado en el futuro.