No sé qué decir, tengo tantas cosas que bullen en mi cabeza al pensar en estas elecciones que es difícil ceñirse solo a algunas de ellas porque todas son importantes. Primero expresaré un deseo: me gustaría que nuestros candidatos pudieran vernos con nuestros ojos, sin filtros, cuando se enzarzan en esas discusiones inútiles y tiran de miradas penetrantes y entonación trascendental para decir banalidades.
Entretodos
Se buscan enemigos fuera y se agitan viejos miedos para ir hacia dónde; hacia el País de Nunca Jamás, donde todos son niños, porque así parece que nos ven la mayoría de la clase política. Llenan su boca con palabras como cambio, esperanza, empleo y en realidad suena a bla, bla, bla.
Esta campaña ha sido un fiel reflejo de nuestros políticos. ¿Se imaginan una entrevista de trabajo en la que los aspirantes se enzarzaran en acentuar los fallos y carencias de los otros aspirantes en lugar de hablar de sus capacidades para el puesto? De semejante comportamiento extraeríamos lógicamente que el candidato tiene poco que ofrecer y lo sabe. Por lo tanto solo puede desmerecer a su adversario, y en esas estamos.
Mi deseo era que pudieran verse con nuestros ojos porque quizás entonces recordarían que supuestamente ustedes quieren gobernar para hacer un país mejor para su gente. Sin embargo, con su líneas rojas e inquinas personales, dejan traslucir que lo único que importa es su supervivencia, la del grupo, la del partido. Hablan de responsabilidad mientras se comportan como adolescentes malcriados.
Créanme, si se vieran con nuestros ojos igual empezarían a hacer algo de verdad y dejarían el teatrillo para otros.