La política de cualquier gobierno mínimamente responsable debería servir para gestionar recursos y establecer prioridades. No se pueden reunir en plena pandemia para aprobar una desproporcionada inversión de 18 millones de euros destinados a crear una NASA catalana, cuando tienes a más de un 20 por ciento de la población malviviendo en el umbral de la pobreza, con 40.000 barceloneses en las colas del hambre y con los bancos de alimentos saturados y sin capacidad de atender a todos los usuarios, afectados por retrasos en sus pagos de hasta dos meses. Ahora mismo no toca invertir en proyectos faraónicos mientras vemos a personas sin techo morir en la calle de hipotermia.
Entretodos
En sus prioridades deberían figurar el acceso a la vivienda, ayudas sociales para paliar la creciente pobreza, acabar con la precariedad laboral, reducir el dantesco desempleo juvenil y dotar de más efectivos a nuestro decrépito y tambaleante sistema sanitario, entre otras medidas tan necesarias y de vital emergencia social. Los nanosatélites en estos duros tiempos nos vienen demasiado grandes, valga la paradoja.