La destitución de la directora del CNI era la crónica de un cese anunciado ante la insistente demanda de los socios del presidente del Gobierno en el contexto de la grave crisis del espionaje y la necesidad de prolongar una agónica legislatura. No ha sido, como elípticamente afirmó la ministra de Defensa, una sustitución, sino una fulminante destitución en toda regla.
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Los aliados parlamentarios del Gobierno, no obstante, se muestran insatisfechos y piden más salidas. A nadie extrañaría que se precipitase la dimisión o destitución de la ministra que, sorprendentemente, hizo un auténtico papelón al no dar ninguna explicación convincente del cese, término que deliberadamente sorteó con el subterfugio semántico de la edulcorada sustitución. Una puesta en escena patética.