Recientemente, tuve conocimiento del número descomunal de personas sin hogar que hay en Barcelona, sobre todo las que residen sin domicilio en la calle. Y también de las políticas sociales y sanitarias al respecto.
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Lo primero de todo es que un número considerable de estos conciudadanos se ven afectados por problemas de salud mental, y que ello ha contribuido a originar su situación. Algunos carecen de familia, y otros se han aislado de ella. Cuando sus familiares se enteran de la situación y quieren ayudarles, éstos pueden reaccionar rehuyéndoles por sus afecciones de salud.
Los servicios sanitarios y sociales niegan cualquier dato para localizar a la persona, o informe médico para que la familia pueda ayudarla, porque arguyen que son personas mayores de edad y que las personas sin hogar han elegido esta forma de vida, a pesar de que haya síntomas de alguna patología y que los familiares se desesperen.
El asunto es que cuando se cierra las puertas a las familias, la finalidad de los servicios sanitarios y sociales queda completamente diluida en el sujeto al que atienden, ya que en la calle su degradación psíquica y física será progresiva.