Es el momento de ser claros y valientes. Al partido que usted dirige, señor Pedro Sánchez, le ha perdido en buena medida cierto carácter diletante y acomodaticio. Sus principios ideológicos, aquellos que deben fundamentar una identidad política reconocible, han sido frecuentemente traicionados en la práctica diaria. Los encargados de salvaguardarlos han sido débiles o se han dejado deslumbrar por los discursos fáciles y electoralmente rentables.
Entretodos
Yo quisiera creerle a usted cuando insinúa cambios en la relación Catalunya-Estado. Quisiera creer que detrás de sus palabras hay un proyecto riguroso, claro, valiente y consensuado. Del Partido Popular no espero nada porque ya lo ha dado todo, se ha mostrado orgulloso de una visión de España decimonónica, anclado en un pasado lleno de tópicos execrables y satisfecho de sus propias vergüenzas históricas. De Ciudadanos sólo espero que su estrategia de conseguir votos sean de quienes sean le ponga en su sitio.
Pero, señor Pedro Sánchez, a usted tampoco me lo creo. Probablemente ni le llegue esta carta, ni sus correligionarios la atiendan y le den mayor recorrido. Permítame que le diga que no creo que ni en su propio partido estén por la labor de escucharle a usted en este tema. Aún así me tomo la licencia de ofrecerle mi punto de vista.
Creo que seríamos muchos los catalanes que apostaríamos por un proyecto en el que la idea de España se asociase a un país orgullosamente plurinacional, activamente plurilingüísta y confederal. Un país donde Catalunya estuviese financiada según el principio de ordinalidad, que contemplase una doble capitalidad con Madrid, que sus competencias exclusivas no fueran sistemáticamente puestas en cuestión, que se respetase la inmersión lingüística en su sistema educativo, que el Estado garantizase y potenciase la "posibilidad" de que todos los españoles conociesen las lenguas y culturas histórico-literarias de una España plurinacional. Una España que no viese en la diversidad un peligro o un incordio. Una España no radial, no castiza, no acomplejada. Una España que integre la singularidad, no que la minimice o la considere sospechosa y la convierta en algo residual.
Pero a usted solo le he oído vaguedades a la vez que a otros dirigentes de su partido se les arrugaba el entrecejo. Claro, consensuar una idea de España es algo más serio.