Antes de 48 horas después de pasado y pagado el traumático estrés de las elecciones hemos contemplado con estupor un insólito abrazo, gesto que si normalmente es visto como una demostración de afecto y solidaridad entre los abrazantes, en este caso ha resultado ser una manifestación de ofensivo cinismo y desvergüenza para con los que lo observamos.
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Los protagonistas declaran que han encontrado un idílico proyecto que los une en la búsqueda del bienestar del pueblo español. ¡Bravo por ellos! Lo insólito e insultante de este sainete radica en que durante los últimos siete meses, estos personajes, disponiendo de más recursos de los que ahora tienen, han dedicado su tiempo, no a pensar en los problemas de España sino a competir en un torneo de insultos y descalificaciones; han declarado repetidamente sus incompatibilidades y mutuos miedos, al punto de perder el sueño y todo ello en medio de un ambiente político que les invitaba constantemente a que depusieran la actitud agresiva y se pusieran de acuerdo, entonces resultó imposible.
¿Qué es entonces lo que ha pasado? Los problemas que aquejaban a España durante ese tiempo son los mismos solo que algo peor y su fuerza para encontrar soluciones ha disminuido, pero ahora, y ante la patente amenaza de que viene el 'loVox' han descubierto que ellos son inseparables, perfectamente complementarios y capaces; ¡qué falta de pudor!
Nos toman por idiotas y tal vez nuestra conducta les haya dado motivos para ello pero todo debe tener un límite. Habrá que pensar algo y mientras tanto invoquemos a Prokófiev para que ponga música a esta nueva versión de 'Pedrito y el loVox'.