A menudo tenemos la necesidad de comprar esto o lo otro, sin estar seguros de, si realmente, aquello nos hace falta.
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Con la pandemia y las restricciones, hemos tenido menos posibilidades para ir a comprar: tiendas cerradas, así como bares, restaurantes, lugares de ocio... De repente, las cosas que se pensaban que eran básicas y a las que estábamos acostumbrados como algo normal, pues ya no eran urgentes.
Al estar más en casa, empecé a darle más de un uso a algunos objetos, reutilizar envases, ropa, redecorar la casa con cosas que tenía olvidadas en el altillo, restaurar el mueble antiguo del recibidor… De repente mi hogar ha empezado a cambiar, se ha vuelto más sostenible y, lo mejor, me siento mucho más creativa, relajada.
Me di cuenta de que realmente no necesitaba emplear mi esfuerzo y recursos en salir a comprar tantas cosas, ni necesitaba ir a comer fuera; podía disfrutar de una comida buenísima en familia y además participamos todos, reímos y hablamos más.
Esta pandemia, fuera de lo malo, que es evidente, nos ha traído como contrapartida cosas que quizás se estaban olvidando. Apreciar lo que tenemos y aprender a cuidar nuestro entorno para cuidarnos mejor y renovar también, por qué no, nuestros lazos familiares.