Leo con estupor como el Parlament que me representa (cada vez menos) acoge y aplaude a Arnaldo Otegui. Líder abertzale que entre sus heroicidades incluye dos condenas: una por secuestro y otra por formar parte del brazo político de ETA. La memoria es frágil y la demagogia demasiado fuerte: el que ayer silenciara la voz y la libertad de muchos sembrando el miedo y la violencia, hoy se jacta de su aportación a la democracia.
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Me causa indignación, pena y rabia que alguien que ha causado tanto daño sea recibido como un héroe y de él se destaque su aportación a la paz en Euskadi. Me parece un insulto a las víctimas y a ciudadanos que, a diferencia de él, jamás han podido decir en voz alta su opinión bajo la amenaza de romper esa falsa normalidad que impera en las sociedades donde la convivencia pende de un hilo cuando se expresan ideas políticas distintas a las de la clase dominante.
Ver su imagen alzada, desde una tarima, y de fondo las palabras de "vientos de libertad" me ha parecido un acto de cinismo y desmemoria.Y sin memoria somos víctimas del maniqueísmo que sitúa a la libertad en las garras del verdugo.