No es fácil comprender por qué los cristianos nos atrevemos tan poco. En general somos tibios, neutros y cuitados. También parecen serlo los tiempos actuales. Sin embargo, no faltan grandilocuencias, excesos, aspavientos, osadías, descaros... formas más o menos sofisticadas de imposición y de violencia que confunden la contundencia con el arrojo, la precipitación con la decisión, el arrebato de un gesto de imposición con el valor.
Entretodos
El mundo religioso debería tocar las fibras íntimas de la vida de la gente, en los aspectos personales de la vida y la muerte; la relación entre las generaciones, el verdadero sentimiento del futuro, "pues los hijos de este mundo son más astutos y sagaces en el trato con los suyos que los hijos de la luz" (LC 16,8).