Siento una profunda vergüenza y pena por mi país cuando veo casos como el de Murcia, la Púnica o Gürtel. Esta vez es la 'operación Lezo', donde políticos como Ignacio González (y algunos de sus familiares, incluida su mujer) ganaban auténticas millonadas a costa de todos los españoles a través de comisiones y blanqueo de dinero. Lo mejor es que nadie sabía nada, ni si quiera Esperanza Aguirre, a pesar de que González fue su mano derecha durante muchos años en Madrid. Será que nunca pisó la casa donde vivía y que estaba valorada en millones de euros.
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Siento vergüenza cuando veo que hay registros en empresas constructoras punteras en España. Del mismo modo que siento una total vergüenza cuando veo que el fiscal anticorrupción, Manuel Moix, fue escogido 'a dedo', que se supiese dicha decisión meses antes, que fuese "del agrado" del mismo Ignacio González y que se opusiese a algunos registros de la misma 'operación Lezo'. Y para ponerle más pimienta al asunto, que supuestamente algunos de los corruptos fueran secundados por ciertos medios de comunicación y personajes públicos que amenazaban con publicar noticias falsas sobre Cifuentes si proseguía con su denuncia.
También siento vergüenza al ver que hubo un chivatazo por parte del Gobierno para que Ignacio González supiese que tenía el teléfono pinchado y evitar más investigaciones de la UCO. Sigamos esperando responsabilidades por ello; hagamos ese acto de ingenuidad. Lo mejor de todo es que seguramente yo sienta más vergüenza que muchos de ellos.