Cada año observo cómo los niños y niñas de mi entorno reciben más y más regalos. Abren uno, le echan un vistazo, lo dejan tirado y abren el siguiente. A veces, si era una cosa que deseaban mucho incluso te muestran una sonrisa. Al mes siguiente ya no quieren jugar con los mismos juguetes.
Entretodos
Solo dos generaciones me separan de ellos, pero yo me conformaba con un juego de mesa y una muñeca. Ahora nada es suficiente, porque lo tienen todo.
Como maestra, cada año lo veo en las aulas. Yo no me quiero quedar de brazos cruzada y empezaré las clases analizando los regalos, su utilidad y si ahora somos más felices por haberlos recibido. Animo a todo el mundo a reflexionar sobre el consumismo de estas fechas, porque los más pequeños lo entienden, somos los adultos los que no lo entendemos.