Hubo contactos durante las fiestas navideñas. No todo el mundo fue prudente. Era obvio que habría contagios.
Entretodos
Los niños podían esperar a volver a sus clases. Una semana, no hacía falta más. Lo justo para manifestar su contagio dentro de su burbuja, sin perjudicar a otros. Sin más. Pura lógica. Pero no. Alguien -acaso un grupo de grandes expertos de la epidemiología- decidió que no. Que era mejor 'lanzar' ya a los niños a sus aulas, y así provocar ingentes contagios. Y expandir definitivamente el virus y colapsar pequeñas farmacias, con personal exhausto y diezmado.
Y ese grupo pensante decidió también colgarse la medalla de que el test de antígenos sería gratis. Pero no volcó los datos a tiempo en el sistema ("motius tècnics") y el ciudadano (con síntomas, malestar, ansiedad y, sobre todo, miedo) lo acabó pagando de su bolsillo. Perfecto.