Celo a aquellos que algún día encenderán el televisor y verán a mujeres golpeadas por la suerte y no por sus maridos. Mascotas y niños que se lancen a sus brazos y no al contenedor; a políticos que solo evaden las falsas promesas y no los impuestos. Que el único accidente posible sea el destino y no Santiago. Que el hambre sea fruto de las ganas de vivir y no de la pobreza. Que el artista se encargue de crear obras en su rincón de pensar y no destruya en una corrida.
Entretodos
Que las torres derribadas sean las del tablero y no las de Nueva York. Que la palabra privado adjetive la vida íntima y no al hospital. Que ahorrar sirva para recorrer el mundo y no para llegar a fin de mes. Que el tráfico sea de coches y no de personas. Que los padres vean recortadas las cartulinas de sus niños y no su educación. Que el único techo que se quite sea el de cristal. Que suban los salarios y no sólo las tasas del paro. Que haya robos de corazones y no de niños.
Celo a aquellos que disfrutarán del escándalo de Raphael y no del de Volkswagen. Que la única matanza visionada sea la de Texas y no la de París. Y lo que debe estallar no son las bombas, sino las sonrisas. Los celo. Celo a todos esos, a pesar de saber que nunca podrán tener esa absoluta alegría.