En la Barcelona actual, las conversaciones sobre coches eléctricos, carriles bici, patinetes, calles peatonales, supermanzanas y ejes verdes son el pan de cada día. En general, los barceloneses y, sobre todo, los que recorremos la ciudad en coche o en motocicleta nos hemos dado cuenta de que para ir a nuestros lugares de siempre tardamos muchísimo más que antes.
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En la actualidad, somos conscientes de que la movilidad en nuestro querido Eixample es un verdadero desastre. Por lo tanto, felicitemos a Colau: ella, sin querer, ha sido nuestra gran maestra; pero, ahora, pensando en el futuro de nuestros hijos, es urgente cambiar de táctica. Si no lo hacemos, el daño puede ser irreversible.
El futuro alcalde (sea quien sea) se verá obligado a sustituir los populismos de izquierdas por la inteligencia, o sea, en lugar de ajardinar nuestras calles deberá ajardinar los interiores de nuestras manzanas, olvidar las supermanzanas y ciertos tranvías. En definitiva, volver a dotar al Eixample de su antigua bondad circulatoria, un hecho absolutamente vital para nuestra economía local y metropolitana.
Resumiendo, la ciudad necesita un alcalde que jamás olvide que Barcelona no es una ciudad aislada, es la capital de muchos.