Parece que la filosofía, esa incomprendida por eruditos responsables del Gobierno y por adolescentes que deben mirar varias veces por internet lo que significa, aunque no se haya convertido en 'trending topic', últimamente ha salido de paseo para que pueda ser contemplada.
Entretodos
TV3 estrenó no hace mucho una serie llamada 'Merlí' en la que un profesor de filosofía debe lidiar con adolescentes y sus problemas.
Me alegra saber que esas letras que van más allá de definir el amor por la sabiduría, al menos, aparecen en los medios de comunicación. No me importa que sea una historia de ficción, lo importante es que hable de ella.
Ya han pasado cientos de años desde que los primeros hombres ataviados con túnicas y sandalias, en lugar de preocuparse única y exclusivamente por saciar sus instintos más esenciales, dedicaron parte de su tiempo a cuestionarse el porqué de las cosas.
Poco importa que las primeras explicaciones sean casi mágicas e infantiles. Esos primeros hombres fueron los precursores del pensamiento actual. Lamentablemente, algunos políticos han querido apagar la llama de ese espíritu con leyes y reformas educativas intentando esconder aquello que hace que nuestra mente se pula y cincele.
Series como la de TV-3 o incluso artículos en los que se habla de cuán sexi es la filosofía invitan a albergar la esperanza a aquellos que, en lugar de diferenciar entre platos y vasos, preferimos cabrearnos con nosotros mismos al intentar lidiar con el juicio sintético a priori, el mito de la caverna o la duda cartesiana.