Mi hermana y yo somos mellizas, aunque a simple vista incluso sería imposible adivinar que somos hermanas. Digamos que somos lo contrario la una a la otra: rubia y morena, alta y baja, con gafas y sin... Por circunstancias de la vida, ambas fuimos a la misma clase durante la ESO, lo cual no es muy habitual. En estos años pasó algo que sucede a muchos gemelos: que se nos comparara. Era una constante por parte de profesores y alumnos. Nuestros padres nunca lo hicieron, así que nos vino de nuevo. Para nosotras resultaba absurda tanta comparación y, sobre todo, molesta. ¿Qué necesidad hay de convertir a los hermanos en rivales?

De hecho, me atrevo a decir que muchos ni se dan cuenta de lo desagradable que es que te comparen cada dos por tres con alguien a quien quieres. Dicho esto, tengo la esperanza de que uno se lo piense dos veces antes de hacerlo.