Paciente oncológico metastásico ingresa en urgencias del hospital de Sant Pau por infección desconocida. Tras un par de días en urgencias, se le transfiere a Geriatría. La persona a cargo no solo intenta resolver la infección, además consulta a Oncología radioterápica y deciden conveniente aplicarle tratamiento radioterápico sin consultar previamente con su oncólogo, que es del mismo centro sanitario.
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La metástasis está diseminada por coxis, pelvis, fémur... y por el bien del paciente, deciden sentarle a diario añadiendo presión en todos esos puntos, lo cual le provoca dolor. Me explican que es para mejorar su calidad de vida. A pesar de que en el informe oncológico se indique que el paciente no volverá a andar y que el dolor se alivia al estar encamado, el optimista servicio de Geriatría cree en los milagros, y me cuentan que si le sientan cada día es para que pueda mantenerse en pie y recuperar movilidad. ¡Milagro, aleluya!
Me parece inhumano hacer sufrir dolor innecesario a ningún paciente, y mucho menos a uno de 88 años. Al personal médico que está tratando a mi padre les pregunto: ¿si el paciente fuera amigo o familiar suyo le dejarían sentado sufriendo dolor y, si se quejara, le prescribirían un paracetamol? ¿De verdad?
Refresquen su memoria y relean el juramento hipocrático, que al parecer han olvidado. Les sugiero que intercambien datos con el resto de colegas implicados, y que empiecen a escuchar a pacientes y cuidadores: obtendrán una información valiosa y sorprendente.