Asistimos incrédulamente al circo de los másteres de quienes están acostumbrados al todo cuela. La señora Cifuentes, ejemplo más descarado de despachar mentiras y sacudirse las pulgas, se mantiene enrocada como si fuera una santa, y quiere hacernos creer que ella no es responsable de nada de todo cuanto se dice; como si sus amiguitos de la Universidad Rey Juan Carlos hubieran querido regalarle un máster como quien regala unas flores, y ella no supiera nada de nada. ¿Cómo podemos ser tan mal pensados?

Tristemente, los secuaces de la aún presidenta de Madrid también se aferran a la mentira, como si hubieran jurado defenderse entre ellos frente a cualquier verdad por palmaria que fuera. Rajoy no se queda atrás, y parece que considera que no hay motivo para que Cifuentes dimita; ¡total, otros hacen cosas parecidas, pues qué más da! Este gesto por parte del presidente del Gobierno nos deja claro lo que él mismo y el PP entienden por honradez, seriedad y, sobre todo, dignidad.

Esperemos que España despierte y el PP se diluya en sus vergüenzas, que no son pocas.

La gente normal estamos acostumbrados a trabajar para vivir; estamos hartos de las burlas continuadas perpetradas desde el poder; nos sentimos impotentes y desconfiados ante las diferentes siglas o colores, que no son más que un mero envoltorio que cubre la podredumbre institucionalizada que todos comparten. ¡Qué pena de país!