El rey emérito se disculpó por su cacería en África, y se ha ido sin pedir perdón. Esta falta de humildad suena a despedida generacional, la de todos aquellos que estaban encantados de haberse conocido a sí mismos, porque fueron los protagonistas de la manida transición pacífica de la dictadura a la democracia. La crisis económica ha puesto patas arriba todo aquel montaje político armado para vendernos un burro disfrazado de elefante: la suma de raquíticos intereses particulares como si hubieran sido las renuncias personales y políticas más generosas jamás habidas en aras del bien común.
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No fuimos capaces de domesticar la especulación canalla, en la que nadaban cómodamente los tiburones financieros patrios, lo que ha impedido una auténtica inversión productiva en industria y en servicios de calidad. Montaron un bonito aparato de representación política pero de escasa capacidad de intervención económica, el 'laissez faire' se transformó en el dejar especular con la 'res pública' (privatizaciones y corrupción) y con la cosa privada (economía sumergida superior al 23% del PIB, tasa de paro siempre por encima del 10%), y ahora estamos al borde del precipicio.
Echen un vistazo a las empresas del IBEX 35. Son promotores inmobiliarios, mercaderes en grandes superficies, banqueros y empresas comercializadoras de energía; actividades económicas no productivas, con clientes cautivos porque se han repartido el mercado interior y para competir fuera exigen el apoyo de las Administraciones, que después agradecen reclutando a los excargos públicos. Todo ha sido un error, pero no lo sienten y volverán a repetirlo cuantas veces puedan porque la crisis la pagamos solo los incautos trabajadores a sueldo.