En este país se forman médicos, enfermeras y docentes cuyo prestigio cruza fronteras. Una formación que nos cuesta muchísimo dinero público, bien empleado si no fuera porque esos mismos estudiantes, una vez acabados sus estudios y viendo el maltrato laboral que sufren por parte de las administraciones autonómicas, acaban marchando a trabajar al extranjero, donde son recibidos con los brazos abiertos y unos buenos sueldos y condiciones laborales, porque, además de merecerlos, a estos países les ha salido gratis su magnífica formación.
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Así pues, viendo el deterioro de nuestra sanidad y nuestra educación públicas, cabe preguntarse si todo esto sucedería si nuestros políticos autonómicos, que son de los que depende la sanidad y educación, permitirían tal deterioro si sus hijos e hijas fueran a colegios públicos o sus familias recurrieran a la sanidad pública.
Ya tardamos en exigir que los políticos, además de declarar sus bienes, nos expliquen si recurren a la sanidad y educación públicas, o llevan a su prole a colegios privados y tienen mutua privada para sus problemas de salud. Así entenderíamos el porqué de tanta dejadez y desprecio por mantener unas buenas sanidad y educación públicas.