Me acuerdo perfectamente de mi primera noche de Liceu, era muy joven y me estrené con Wagner. Estaba emocionado, me había arreglado convenientemente para la ocasión, aunque mi poder adquisitivo solo daba para una entrada del quinto piso y quede deslumbrado por el ambiente y mudo por la representación.
Entretodos
Nunca olvidaré aquella primera vez, pero tampoco la última.
Una original puesta en escena de “La flauta mágica” de Mozart. Todo casi perfecto sino fuera por lo que a mi juicio fue una prueba de mal gusto y una falta de respeto hacia los demás y a la institución por parte de algunos asistentes extranjeros que acudieron a ella poco más o menos como si fueran a la playa, con pantalón corto y con chanclas.
Me pregunto si serian capaces de ir con semejante atuendo a sus teatros de ópera de sus respectivos países de origen.
Mi respuesta es que no, entonces que lo hagan aquí en Barcelona, lo considero una falta grave de consideración. Sugiero que la dirección del Gran Teatre del Liceu no solo se preocupe de vender entradas, que también, sino de mantener su prestigio.