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"Mi lengua, mi historia en primera persona"

Campo de coles en el parque agrario del Baix Llobregat.  / Ajuntament de Barcelona

Soy hijo de una masía, una masía ubicada en el Baix Llobregat que cumplirá 400 años en 2023, fundada por unos foráneos que se atrevieron a domesticar el delta provenientes del Vallès y oriundos de la trashumancia del sur de Francia. Hablo de Jean Escuder Gascon y de la masía Ca n'Escuder. Junto con él, otros valientes se establecieron en la zona, bajo el riesgo de coger las fiebres, ya que todo eran marismas repletas de mosquitos, ratas y mucha fauna muerta, con lo que resultaba muy fácil contraer enfermedades que en aquella época solían ser mortales.

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Ellos fueron plantando las pinedas y eucaliptos para secar y levantar tierras para su cultivo, y lo hicieron para todos nosotros, nunca se plantearon que su francés o el catalán, las lenguas que se hablaban entonces, fueran un impedimento para el futuro del Llobregat.

Ahora resulta que los políticos miden sus egos según la lengua que se hable y no según el esfuerzo y el sacrificio se le dedique a la tierra donde uno deja su vida trabajando.

Soy catalonoparlante de raíz, pero añoro no haber mantenido el francés como lengua paterna de mis antepasados, y por ello haré que mis hijos hablen con el acento de su tierra: el catalán. Y puedo decir que son bilingües, ya que dominan el castellano y el catalán gracias a la inmersión lingüística, que da igualdad de oportunidades a una lengua propia ante otra exterior dominante. Solo tengo un reproche. Si hubiéramos tenido en su momento una inmersión lingüística igual, ahora seríamos trilingües, ya que, en la época de la que hablaba, el francés, como lengua propia pero minoritaria del Baix Llobregat no se protegió debidamente ante el catalán.

Algún partido político tiene tanto ego que centraliza su esfuerzo en obligar a una sociedad a ser monolingüe en lugar de 'bi' o trilingüe y no en el sacrificio hecho por todas las personas de esa zona para no tener que recortarles derechos sociales como una pensión digna y una atención sanitaria de mínimos.

¿De verdad es tan importante la lengua?