Mi amigo Manolito murió de sida. Murió el día que fui con su compañero de vida al hospital para visitarlo. Murió cuando nos contaba cómo sería su disfraz de carnaval: iría de diosa hindú, lo estaba confeccionando. Recuerdo cómo nos echaron de la habitación. Del silencio en el pasillo. La mirada amable del enfermero que dio a entender que todo había acabado. No éramos familia, no merecíamos información. Aún retumban en mis oídos los golpes del viudo a las paredes del hospital.
Entretodos
Desde aquí quiero dar las gracias a todas las personas y organizaciones que, de forma voluntaria, hicieron de altavoz para que la sociedad fuera consciente de esta enfermedad. Especialmente, a Stop Sida, organización de voluntarios que, con su trabajo (talleres de sexo seguro, conferencias, repartos de condones, acogidas para personas seropositivas y mucho más) han contribuido y lo siguen haciendo a esta lucha contra el sida.
Y cómo no, dedico esta carta a todos mis amigos y amigas que se quedaron en el camino.