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"Ciudadanos, lanzo una pregunta: ¿Unidas Podemos?"

Pablo Iglesias, anunciando su dimisión. / Efe / KIko Huesca

Hace poco más de siete años, ante una grave crisis económica y como abanderados del igualitarismo, nació Podemos. Partido político populista abanderado de la igualdad social y promotor, entre otras cosas, del reparto de la riqueza. Una formación cuyo lema más 'trending' ha sido siempre la frase: "¡Sí, se puede!". Hoy, siete años y unos meses después, y tras unas elecciones autonómicas, las de la Comunidad de Madrid, ha quedado plasmado que, de momento, no se puede. Ni unidas, ni unidos.

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Como UPyD, Ciudadanos o todos aquellos partidos que un día surgieron de la nada, a medio camino entre el centro y la derecha, o el centro y la izquierda, la luz de Unidas Podemos se ha ido apagando. Tras un inicio fulgurante y esperanzador que los colocó como la tercera fuerza política del país, cual empresa que sale a bolsa en el Nasdaq y su valor se dispara, pasó de estar en lo más alto a la triste realidad de este tipo de formaciones políticas: hundirse paulatina y lentamente hasta, otra vez más, demostrar que da igual cómo y de qué se disfrace: España es, y parece que siempre será, un país bipartidista.

Como tantos otros, tuvieron sus tardes de gloria, pero, como a tantos otros, el bipartidismo les ha comido la tostada. Cual moda pasajera, el populismo y ese 'centro' inclasificable y confuso se fueron a la derecha de toda la vida. De la que, seguramente, un día saldrán para instalarse, temporalmente, en la izquierda de toda la vida.

Sirva por lo menos para que sus dirigentes, como la mayoría de la clase política de alto copete, se peguen la gran vida. Y así sigue yendo España.