Cuando fui madre por primera vez, a mediados del 2004, escribí una carta a EL PERIÓDICO poniendo de manifiesto las ventajas de la lactancia materna y las dificultades existentes ya entonces para poder compaginarla con la incorporación al trabajo tras la maternidad, lo que causaba, y sigue causando, que en la práctica muchas de las lactancias se quedaran por el camino.
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Ahora, más de 12 años después, puedo comprobar con estupefacción cómo parece que vamos no solo no a mejor, sino a peor. El coste de la conciliación sigue repercutiendo mayoritariamente sobre la mujer y madre, en lugar de asumirlo el Estado. Los padres siguen sin saber, en muchas ocasiones, cuál debe ser su papel, y las empresas siguen despidiendo, día tras día, a madres a la vuelta al trabajo.
Con la relativa serenidad que otorga la experiencia, así como tener ya lejos el período de lactancia, con el máximo respeto a todas las opciones, no puedo evitar corregir a las compañeras Emma Riverola y Najat El Hachmi, puesto que estamos confundiendo las opiniones, interpretaciones y vivencias personales de la maternidad con afirmaciones que parten de premisas profundamente equivocadas.
Afirmaciones que, por su impacto en la opinión pública y desde la plataforma que son vertidas, tiran por tierra todo el trabajo que se viene realizando desde las numerosas Asociaciones y Grupos de ayuda a la lactancia materna existentes en Catalunya, miles de horas de reuniones, llamadas telefónicas, cursos de formación… por parte de madres, la mayoría voluntarias, que ofrecen su tiempo para informar, ayudar y apoyar a las madres que desean amamantar.
Emma, es perfectamente compatible la lactancia, prolongada o no, con una vida profesional plena. Es completamente factible amamantar y trabajar, incluso teniendo un cargo directivo, incluso debiendo madrugar y viajar. Existen muchas opciones para hacerlo posible. Te invito a que acudas a cualquiera de las conferencias de la Asociación, o a las mías en concreto, para poder darte opciones y pautas al respecto. Muchísimas mujeres lo hemos hecho, porque desde nuestra libertad individual, no queríamos renunciar a ninguna de los dos cosas que nos llenan y completan como personas. Todo sería más fácil, desde luego, con una baja maternal más extensa, con excedencias remuneradas y prestaciones dignas, con unas políticas públicas de conciliación en condiciones. Es ahí donde debemos centrar el debate.
Najat, el debate sobre la existencia del instinto maternal sería mucho más amplio y complejo, pero respecto al final de la lactancia, igual que al principio, solo una única consideración: lo que marca la pauta, en todo momento, es el respeto a las necesidades del bebé o niño. Y es el bebé, o el niño, quien decide, porque, al igual que al principio, amamantar no es un capricho de la madre: es un derecho del recién nacido.