Cuando constato que muchos piensan que el fracaso de lo que ocurre en el Parlamento se debe a que está partido en dos, vienen a mi memoria ciertos acontecimientos deportivos: un Madrid-Barça, una final Nadal-Federer... Efemérides muy igualadas en que los dos protagonistas, así como los forofos de cada uno de ellos, conocedores de las reglas y a sabiendas de su gran rivalidad, luchan y, al final, aceptan el resultado.
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El espectáculo estético y social de las aludidas contiendas es apoteósico. El campo de futbol o la pista de tenis están divididos en dos partes, cada una de ellas defendida a muerte por su propietario temporal. Repito: son espectáculos de una gran belleza, la rivalidad en estado puro.
Ahora, la oposición (PP, Vox y Ciudadanos) está descontrolada. Sin embargo, estoy absolutamente convencido que muy pronto cambiará de actitud ya que, si no lo hace, consolidará a Pedro Sánchez durante años. Los ciudadanos, estimulados básicamente por emociones e instintos, saben perdonar a los partidos políticos que han votado si no ganan; pero lo que no soportan, cuando son oposición, es que su juego consolide al adversario.