¿Se acuerdan cuando comprábamos un aparato electrónico y duraba años y años sin estropearse? Hoy en día, eso parece imposible. Son pocos los artículos que no están programados para morir. La mayoría de productos electrónicos que adquirimos nos suelen durar, como mucho, cinco o seis años. Y no hablemos de los teléfonos móviles, que tienen una obsolescencia programada por las empresas para que no duren mucho más de dos años.
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Ciertamente, es una buena manera para las compañías de mantenerse económicamente y de poder brindar una oferta constante, ya que saben que estos bienes se han convertido en indispensables en nuestro día a día. Pero, ¿alguien piensa en las sustancias contaminantes que producen estos aparatos? Cuanto más compremos y tiremos, peor será para nuestro planeta. Deberíamos exigir más calidad y más eficiencia a las empresas para así reducir el consumismo compulsivo.