Entre tanta corrupción y populismo, la confianza en política no es fácil. Quiero pensar que la primera está ya sólo en fase de juicio o investigación, aunque casi sin precio político, ya que, a pesar de que alguno se haya cambiado el nombre, todos los partidos con casos de corrupción y clientelismo siguen en el poder conservando muchas caras.
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Pero el populismo está en clara expansión por todo el debate político. Nos movemos entre la "España ladrona con presos políticos que no han hecho nada ilegal" y la "Catalunya traidora con golpistas que tienen que pudrirse en la cárcel", o entre "la casta que sirve a los mercados" y "los rojos que sirven a Maduro". Y le añadimos toques surrealistas como el chalet en la sierra de Pablo Iglesias.
Cada cual cogemos un poquito del pastel y nos lo tragamos, no ya porque nos guste o no, simplemente porque es adictivo y porque todo el mundo se está poniendo las botas. Pero también es venenoso, mata la confianza más importante; entre nosotros mismos.