Se piensa que cualquier avance tecnológico es bueno, que nos ayudará a vivir mejor, pero no siempre es así. Hace un par de semanas desembarcó en España el 5G, una tecnología para telefonía e internet móvil que proporcionará una gran velocidad y permitirá que muchos más dispositivos puedan estar conectados a la red. De hecho, en un futuro cercano, hornos, frigoríficos, coches, etcétera, estarán conectados a internet.
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Lo que gran parte de la población no sabe o no se pregunta es lo que se necesita para llevar esto a cabo. La respuesta es un gran aumento del número de antenas de telefonía necesarias para dar soporte a dicho sistema, con lo que el nivel de ondas electromagnéticas a las que estamos expuestos se multiplicará. La preocupación actual de los vecinos de un edificio al tener una antena de telefonía móvil a 100 metros dejará de tener sentido porque con el 5G las antenas estarán casi por todas partes.
Me gustaría que el gobierno pusiera en práctica el principio de precaución al igual que algunos países y ciudades europeas, los cuales han dicho no a este sistema al haber dudas razonables sobre sus efectos sobre la salud.