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Pegamento, la droga más barata

Dos jóvenes esnifan pegamento, en el metro de Barcelona, el pasado mes de mayo. / ALBERT BERTRAN

Hace un par de semanas, en un tren de camino a Barcelona, vi algo que jamás pensé que encontraría aquí. Un grupo de jóvenes, tan jóvenes que dudo que llegasen a la mayoría de edad, 5 chicos y 1 chica -ella aún menor si cabe- esnifando pegamento.

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Entré al tren y primero pasé un grupo (más adelante descubriría que todos eran amigos) con un sospechoso olor a maría, avancé por el vagón hasta la otra punta, con la esperanza de librarme de ello, pero a medida que llegaba a ese extremo del tren iba notando un olor aún más fuerte, químico y ácido. Pensé en un primer momento que era algún tipo de producto de limpieza, no es extraño encontrar un olor así saliendo a por la ventilación o cuando han limpiado alguna pintada. Bendita inocencia la mía. Me senté a un par de asientos de distancia de ellos. Ya se veían drogados, uno en especial estaba muy desorientado y apenas podía abrir los ojos.

En mi cabeza una voz decía: mira, otros fumando porros, hoy sales del tren apestando a maría. Pero de repente me fijé, la mano de uno de ellos sostenía una bolsa de plástico blanca, con restos de un producto amarillento en el fondo. Yo, que a pesar de mi inocencia he visto la tele y ya sabía de estas prácticas en otros lugares, pensé: no puede ser. Pues lo era, unos minutos más tarde llenaron de nuevo la bolsa de producto y empezaron a respirar en ella, con ansia y desesperación, asegurándose de no perder nada de los vapores que emanaban de ella.

Contemplé el triste espectáculo, pues me faltaba más de la mitad del trayecto para llegar a mi parada, y sentí pena, rabia, vergüenza y un montón de sensaciones y sentimientos entremezclados -ninguno positivo-, al ver como niños, que se supone que son el futuro, lo está tirando todo por la borda de una manera tan triste y patética, esnifando pegamento en un vagón de Renfe. Porque, con este panorama, ¿Qué futuro nos espera?