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La corrupción no tiene fecha de caducidad

Iñaki Urdangarin, en el 2013 en Palma de Mallorca, camino del juzgado que investigó el ’caso Nóos’.   / JAIME REINA (AFP)

Ya no hay palabras para tanto despropósito. Aunque ya no sea nada nuevo: escándalos judiciales y corrupciones que se pasan por alto. Nos hemos acostumbrado por llamarlo de alguna manera, a que toda una serie de personajes nos hagan creer que el mundo solo gira para ellos, y al resto de pobres mortales pensemos que ya no hay cabida para tanta sinvergonzonería.

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Gente que se creyó que todo el monte era 'orégano' y que podían (en función de sus cargos públicos) hacer y deshacer como les viniera en gana. Y en en momento de dar cuentas a esa justicia (en teoría igual para todos) sufrieron de una amnesia, total o parcial; véase yo no sabia nada o en el mejor de los casos esto es algo que lleva mucho tiempo judicializado, como si la corrupción tuviera fecha de caducidad.

Asistimos un día sí y otro también a toda una serie de declaraciones de responsables del Gobierno que nos piden cada mayores 'ajustes': retrasos en las jubilaciones y recomendaciones para 'moderar' todavía más los salarios.

Ya no quedan palabras para describir este ya larguísimo e interminable 'insulto' a nuestra inteligencia ante (lo vuelvo a repetir) tanto despropósito.