Al parecer se están haciendo impredecibles las consecuencias de los progresos tecnológicos. No hablamos ya de ciberataques a empresas para obtener datos sino de secuestrar el cerebro de niños de entre 12 y 16 años, a través de un juego, que les lleva al suicidio.
Entretodos
Hace tiempo ya se solicitaba una regulación efectiva sobre todo este campo. Quizá hemos llegado tarde. Desde el momento en que se crearon las cónsolas y más tarde los videojuegos, era necesario poner unas medidas, legalizar su uso para que no afectara a los jóvenes ya que en su mayoría se hacen adeptos.
Llega la Ballena azul y sus retos inducen a los menores a seguir el juego para superarse a sí mismos, frente a la amenaza de la muerte. Es lógico que un chaval de esa edad busque el riesgo y no sepa en donde se mete. Todos hemos jugado a hacer aventuras, con la imaginación o bien con hechos y aunque básicamente afecta a niños con un nivel de autoestima bajo, el peligro está ahí. Es cierto que se están tomando medidas en ambos casos, pero, ¿por qué no se atacan los problemas desde sus inicios?