Varios lectores nos han estado animando a los que teníamos dudas de ir a votar el 1-O. La ecuación, muy clara: democracia es votar. Después de la presentación de la ley del referéndum lo tengo muy claro: conmigo que no cuenten. Rompen totalmente la legalidad catalana, española e internacional y nos ofrecen unas garantías inaceptables en el mundo occidental.
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Todos sabemos que para modificar la ley electoral catalana se necesitan 90 diputados. Han silenciado a la oposición, que, no lo olvidemos, representa a una parte importante de los ciudadanos; amenazan a los medios críticos con el proceso... En fin, una cantidad de condiciones que recuerdan a las de la revolución bolivariana. Ha quedado demostrado que la CUP se ha adueñado del referéndum.
Los argumentos internacionales son de una pobreza argumental que dan miedo. La carta de Naciones Unidas, me puedo equivocar en el punto 1004, habla de que no existe el derecho a decidir en democracias consolidadas. Ban Ki-moon lo dejó muy claro en unas declaraciones hace unos meses sobre Catalunya.
Nadie puede negar que la aspiración de independencia de Catalunya es legítima y democrática. En el mundo tan convulso en el que nos encontramos puede parecer hasta razonable. Pero en vez de ampliar significativamente la base social, lo que nos ofrece una minoría muy motivada que está dispuesta a todo, es romper la esencia misma de la democracia, silenciar a una parte de los ciudadanos de Catalunya y creo que a ponerse en contra a toda la comunidad internacional.
Tengo muy claro que lo auténticamente democrático en estas condiciones es no participar. Votar es la esencia de la democracia: con las normas, leyes, reglamentos que nos hemos dado entre todos y todos respetamos. Tal y como está planteado el 1-O suena a caricatura, a engaño, a farsa. y con estas condiciones lo democrático es no participar. Conmigo que no cuenten.