Mucho se ha hablado estos días sobre los efectos psicológicos negativos que esto traerá a los más pequeños. Me permito cuestionarlo, déjenme explicarles una maravillosa anécdota.
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Mi sobrina Monika (sí, con K), de 6 años, ha entendido perfectamente el porqué no podía salir a la calle ni ir al colegio. Durante los pasados días se ha dedicado a divertirse y a seguir luchando por juntar letras mientras lee. Jugando al parchís con sus padres, se preguntó por qué si caía en la misma casilla que otro jugador tenía que 'comérselo' y enviar su ficha a la casilla de salida. Según ella, le parecía nada justo y poco solidario.
En estos días en los que todos salimos a aplaudir a las ocho de la tarde al personal sanitario, en los que ve que todos los vecinos se ayudan para cuidar de los más mayores de su edificio y todos esperan que los enfermos vuelvan a casa, no entendía la insolidaridad del juego. Por eso les propuso a los padres: "¿Y si no nos los comemos? Si caemos en una casilla con otro, podemos avanzar juntos 20 puntos. ¡Así llegamos todos antes a casa! Y los que están en el hospital también".
El poder de resiliencia de los niños es increíble, y su capacidad de adaptación y entendimiento, aún más. ¿No les parece un buen ejemplo de adaptación?