No tengo suficiente energía. Así, con estas sencillas y demoledoras palabras la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, presenta su renuncia como máxima dirigente de su país, tras casi cinco en el cargo, al que accedió llena de “esperanza” e ilusiones y “abandona” ahora, en gran parte, debido a las presiones a las que ha sido sometida, por gran parte de algunos medios de comunicación y la oposición de su país. Estos, al parecer, no “soportaban” que una mujer con “sentimientos”, con políticas progresistas y feministas, les llevara la “batuta”. Creían que esto de la política era cosa exclusivamente de hombres (si nos fijamos en alguna otra como Angela Merkel o Margaret Thacher, están muy lejos del modelo de la neozelandesa).
Entretodos
Tuvo que afrontar grandes crisis y retos: una pandemia y ataques terroristas. Podrá ahora conciliar su vida laboral y familiar, con sus hijos y su marido. Ha tirado quizás la “toalla” para salvar su vida personal, dando siempre lo mejor de si misma. Pronto sabremos si abierto un “camino” por el cual otras mujeres con su mismo carisma, luchen por seguir sus pasos o bien no quieran saber nada, de las toxicidades de la política. Suerte y fuerza, Jacinda.