No deja de ser curiosa la dicotomía que gobierna Catalunya: nos rompemos las vestiduras condenando la violencia (de género y demás) y después aseveramos que la violencia es la única vía posible para la independencia. Pedimos a la gente que no tema poner en riesgo su patrimonio y su libertad para defender la república y lo hacemos desde el extranjero, dónde hemos huido para no perder eso mismo al hacer frente a las consecuencias de nuestros actos.
Entretodos
Hacemos un mantra del discurso sobre dejar decidir al pueblo en las urnas y cuando el pueblo decide dar una parte del poder a un partido como Vox, que mejor o peor, sobre el papel es una opción más política totalmente legítima, decimos que eso no es democrático.
Tildamos de fascista a cualquiera que no piense como nosotros y lo hacemos convirtiéndonos nosotros mismos en fascistas de libro, consideramos legítima la libertad de expresión que supone (ensuciar) colgar lazos amarillos, pintar con espray el patrimonio de todos y copar las instituciones con esa ideología, pero consideramos ilegal lo contrario.
Tergiversamos la historia, la realidad, la política y las ideas a nuestro parecer, exagerando las que nos interesan y obviando las que no nos son cómodas. Consideramos un descerebrado al señor que de buenas a primeras abraza la bandera española, la defensa de España, que vota a partidos como Vox y Ciudadanos y sale a la calle a protestar, y consideramos un patriota al que hace lo mismo pero con "nuestra ideología".
Lo dicho, vivimos instalados en la dicotomía.