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"El Inspector Morocho, acudiendo a la Audiencia Nacional, dignifica la labor de muchos otros trabajadores públicos"

Comparecencia de Manuel Morocho (UDEF) en la comisión de investigación de la presunta financiacion ilegal del PP. / DAVID CASTRO

El objetivo último del corruptor es viciar el procedimiento administrativo, buscando ventajas competitivas o una situación de privilegio para sus negocios frente a otros competidores o frente a la propia Administración. La corrupción crece sin la presencia de la inteligencia y de la voluntad de los implicados. Simplemente, casi sin esfuerzo, a los corruptos les bastaba con presentarse y asumirse como un engranaje del sistema, cuanto más podrido más necesario. Banalizar la corrupción de esta forma exige aberrar de la propia conciencia; se crea la ilusión de que el corrupto controla el proceso completo sintiéndose invulnerable por su pericia para conjurar los riesgos, porque las consecuencias son intrascendentes penalmente o porque no hay víctimas identificables (doctrina Botín). La falta de motivación para cumplir la legalidad se transforma en indiferencia afectiva hacia los demás. La ética pública se amolda a las exigencias del implicado, que delinque sin problema de conciencia.

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En sentido contrario, para mantenerse al margen de tal grado de corrupción, sí resultaba imprescindible una actitud proactiva en defensa de la legalidad, y a veces un sacrificio personal silencioso. El Inspector Jefe de la UDEF Manuel Morocho, acudiendo a la Audiencia Nacional, dignifica la labor de muchos otros trabajadores públicos.