Una década del gol de Andrés Iniesta en el Mundial de Sudáfrica, 10 años del gol más importante del futbol español, 10 años del gol de un futbolista con valores como deportista y como persona. Más allá de rememorar tal magna gesta deportiva, cabe remarcar la personalidad de Iniesta, asociada a su ejemplaridad como deportista, como jugador de equipo y como persona.
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La figura de Iniesta adquiere un valor único en una sociedad como la actual, caracterizada por una crisis de valores, por la casi ausencia de la meritocracia, por partidos políticos no orientados a los problemas de la ciudadanía, por democracias dominadas por las emociones pero sin pensamiento (como apuntó Zygmunt Bauman), por la admiración de lo superficial, del materialismo y de deportistas engreídos.
En efecto, considerado un crAck futbolístico, tanto en el Barça como de Selección, Iniesta ha mostrado siempre, en el campo, deportividad, honradez, compañerismo, entrega, respeto por las reglas y, en la vida, sencillez, modestia, nula arrogancia, discreción, humanidad y sentimientos. Sentimientos, sí, reflejados en su gesto con el malogrado Dani Jarque en la celebración de su histórico gol.
Necesita la sociedad que personajes famosos ejemplares, como Iniesta y Rafa Nadal, actúen a modo de embajadores, o de abanderados deportivos, y que fueran ejemplo y espejo para los adolescentes.