Las huelgas de los servicios públicos no repercuten en la empresa, perjudican gravemente al ciudadano. Cuando un colectivo con capacidad de presión la utiliza de manera abusiva y buscando las circunstancias para causar el máximo daño posible, no solo pierde su legitimidad sino que perpetra un atentado contra la ética laboral y social.
Entretodos
Los trabajadores de TMB han elegido con premeditación y alevosía las fechas en que más daño pueden infligir a los ciudadanos. La celebración del Mobile World Congress es una plataforma inestimable para la promoción de la ciudad, y los sindicatos del transportes público no han dudado en boicotearla a pesar del daño que inflingen a la imagen de Barcelona.
Miles de trabajadores se quedan sin medio de transporte, la ciudad se sume en un caos y la crispación se dispara, pero los directivos de la empresa, los empresarios y los financieros no sufren las consecuencias.
Si en verdad quisieran defender sus reivindicaciones sin perjudicar al ciudadano, podrían organizar jornadas de puertas abiertas: dejar de vigilar las entradas. De esta manera, presionarían a la empresa sin perjudicar al usuario. Pero es más fácil y productivo causar el máximo daño posible que buscar soluciones ocurrentes.
De una manera u otra, siempre acaba pagando el sufrido contribuyente, primero con los perjuicios de la huelga, y después con el incremento de las tarifas.