Una de las sorpresas que nos depara la vida es el momento de reconocer en nuestro propio cuerpo, en nuestra forma de actuar, en nuestras propias manías, en nuestros defectos e, incluso, en alguna virtud, los rasgos de nuestro propio padre.
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En mi caso, él hace años que me falta, se fue cuando yo no estaba preparado para ello y sin tener la conversación que él merecía y yo necesitaba.
Nadie es perfecto, ni él, ni yo, pero hoy si digo que él, mi padre, es mi héroe, con todas sus imperfecciones y con las mías.