Charles Michel (Consejo Europeo), Von der Leyen (Comisión), Macron, Robles…, anuncian la guerra y se callan lo que solo ellos saben. Olvidan experiencias previas que deberían ser inolvidables. Los que provocaron las dos guerras mundiales del siglo XX, los complejos industrial y militar estaban avergonzados de las consecuencias humanas de las mismas. En consecuencia, regularon primero sus excesos económicos (acuerdos de Bretton Woods,1944) y poco después intentaron limitar sus excesos políticos (ONU, Declaración Derechos Humanos, 1948); además, el esfuerzo de reconstrucción posbélica en Europa exigía paz social y permitió estructurar las relaciones laborales como un pacto cotidiano entre capital y trabajo, con el Estado como árbitro político y garante último del concierto de los intereses de ambas partes.
Entretodos
Pero la interesada descolonización de África (1947-1990), las inacabables guerras de Vietnam (1955-75) y Oriente Medio (1948-2024) y la crisis energética (1973) por la dependencia energética casi absoluta del petróleo, hicieron necesario nuevamente el ejercicio de la fuerza bruta en el interior y el exterior de los mercados nacionales para ocupar posiciones de ventaja en el mercado/mundo, y en esas estamos.
Poco a poco ha ido desapareciendo la soberanía popular y la voluntad política conformada electoralmente, para dejar la defensa del interés colectivo a los intereses económicos hegemónicos en cada momento aunque, y esta es la gran paradoja, sepamos a ciencia cierta que sus decisiones van a ser siempre egoístas, al buscar, con legitimidad o sin ella, exclusivamente su beneficio particular (suntuario) o corporativo (especulación).
Etiopía, Yemen, Siria, Congo, Ucrania, Sahel, Gaza…, son guerras de apropiación y acumulación privada, que siempre perdemos los trabajadores de ambos lados. La guerra se mueve por intereses opuestos al entendimiento humano y a la equidad social.