Ayuso ha colocado a su lado en la lista para el 4-M al consejero de Sanidad y ya de servicios sociales, su fiel ejecutor de las decisiones que condenaron a morir en soledad y sin atención médica a los contagiados de covid-19 en las residencias que carecían de un seguro privado. El que, con su estrategia de ir detrás de la pandemia, sin poner los recursos necesarios de asistencia primaria y rastreadores ha dado lugar a la mayor mortalidad y, también, con los peores datos actuales para iniciar la cuarta ola, sin aportar otro recurso a la hostelería que la permisividad de apertura y buenas palabras de aliento, en vez de medidas efectivas contra la infección, cartitas de desahogo al presidente y demandas ante la justicia para ilustrar su oposición al Gobierno.
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Alguien tendrá que responder y pagar el precio político, y tal vez penal, de tales decisiones. No será Ayuso, que tiene a la Aguirre de la charca de ranas por referencia. A su fusible, el impasible ante las alarmas del antiguo consejero de Servicios sociales y la dimisión de funcionarios responsables, lo tiene apalancado a su vera, y su sacrificio bien le valdrá una puerta giratoria en su sector, de lo que hay antecedentes notables.