Hace unos días fui atropellada. El primer atropello tuvo lugar en un paso cebra. El segundo, cuando iba caminando por la acera y al girar a la derecha para entrar en una tienda, un ciclista se me echó encima. En el primer caso, el ciclista me tiró al suelo produciéndome fuertes contusiones y huyó. En el segundo, el ciclista me gritó e insultó porque yo no había indicado que giraba a la derecha, por lo cual fui rápidamente al médico a ver si me implantaba unos intermitentes como los de los coches para ir tranquilamente por las aceras. Lamentablemente, me dijo que eso era imposible.
Entretodos
Y ahora el escupitajo. Un día iba caminando por el paseo Joan de Borbó, como siempre, atestado de manteros que dejaban un estrecho pasillo entre ellos por el que circulaban bicis y turistas. Me harté de hacer cola para pasar y, al adelantar a unos turistas, pisé una de las mantas. Una mujer vino corriendo hacia mí insultándome y me escupió en la cara.
¿Por qué no lo denuncié? Porque la experiencia me ha demostrado que no hay nada que hacer. Ya denuncié el primer atropello, también llevé muchas firmas al Ayuntamiento contra la circulación de las bicis por donde les da la gana, etc., etc., pero no hubo respuesta satisfactoria. Y así estamos todos y, en particular, los peatones, en Barcelona, conviviendo en una ciudad sin ley.