Para mis asuntos fiscales, he elegido personalmente a mi gestora y asesora, y en ningún momento me he sentido engañado ni traicionado. Ella echa mano de la norma y de la ley y me dice: “Mira, Pedro, esto es lo que hay”. Y yo entonces le digo: “Vale, adelante, cumple escrupulosamente con la ley”.
Entretodos
Jamás mi gestora ha hecho nada que yo no quisiera. Nunca ha tomado una iniciativa sin mi consentimiento. No me ha sido desleal. Todo es muy sencillo: ella me asesora y yo tomo las decisiones. Por eso no entiendo a todos esos investigados por fraude fiscal que van por ahí lloriqueando y diciendo que no sabían nada, que confiaban plenamente en sus asesores, que en ningún momento se les pasó por la cabeza que los iban a engañar, que confiaban en sus papás y en los abogados que les llevaban las cosas y que se sienten traicionados por su asesor fiscal.
Aquí los únicos traicionados y engañados somos los ciudadanos honrados que pagamos puntualmente los impuestos para que este país funcione como todos nos merecemos. Lo demás son excusas patéticas y pueriles que ofenden gravemente nuestra inteligencia y nuestra buena fe.